El misterioso caso de las compras de emergencia

Hay un fenómeno que no es muy común. Pensé en realidad que era mi caso particular hasta que empecé a hablar sobre el tema y descubrí que a más gente le ha sucedido. Este fenómeno es un amor incondicional a algún objeto que se ha adquirido en una emergencia.

El año pasado llegué temprano a una junta en el centro de la CDMX a lado del Monumento a la Revolución. Me fui muy precavida con muchísimo tiempo de sobre porque 1) es el centro y 2) es la ciudad y todo puede ser impredecible con estos dos ingredientes en la ecuación. Llegué con tanto tiempo que decidí ir por un café para estar alerta en mi junta y sobre todo darme un gustito por mi buena conducta tempranera.

Crucé la explanada del monumento a la Revolución con un par de amigos a los que sonsaque. En el camino empezó a chispear pero estábamos tan cerca que no nos alarmamos. Mientras pedíamos nuestro café surgió el apocalipsis afuera y cayó un diluvio en menos de 5 minutos. Seguíamos en un modo zen con nuestro cafecito y nuestros minutos de sobra que decidimos usar como un as bajo la manga el mantra de: “tenemos tiempo, no pasa nada, podemos esperar” y así lo hicimos. Pasaron los minutos y los charcos crecían. La lluvia estaba como en un furor vengativo en contra de los ilusos que la querían desafiar con sus simples paragüitas. Llegó el punto en el que no había de otra, teníamos que salir y llegar a nuestra junta a la que ya íbamos oficialmente tarde. Estábamos a escasos 20 metros. Casi la misma distancia para subirnos a un taxi, no había opción, teníamos que correr.

Nunca me había mojado tanto. Decir que me mojé como si me hubiera metido vestida a la regadera se queda corto. Porque el agua de la regadera es amigable, generalmente tibia-caliente y en una zona de confort (y sobre todo nadie intentaría entrar a la regadera con ropa a menos de que le estén intentando bajar una borrachera a la antigua lo cual tampoco sería voluntario).

Entré a la junta acompañada de mis otros 3 amigos cada uno con un café en la mano, cuaderno y cara de profesionales. Todo esto mientras escurríamos (literal con rímel corrido y oliendo a perro mojado). La junta también consistía en dar un recorrido por las instalaciones para coordinar la logística de un evento que íbamos a tener ahí mismo al día siguiente. Mientras caminaba mis tenis hacían un ruidito así como “squish” “squish” y les salía nada menos que AGUA.  La junta terminó y mientras empezábamos a no tanto secarnos si no a calentar nuestra ropa mojada con el calor de nuestro cuerpo nos empezamos a sentir mejor.  Sin embargo, el problema es que íbamos para largo, por lo menos unas 6-8 horas más de estar ahí. Milagrosamente vimos un intervalo de media hora de tiempo muerto en el cual nos fuimos todos (ahora sí en coche) a un centro comercial cercano y cada uno tenía una misión para conseguir algo para aliviar lo que más le afligía. Una quería calcetines, otro quería una chamarra, yo quería otros zapatos y la cuarta valiente se aguantó. Teníamos 15 minutos para encontrar lo que queríamos y un presupuesto limitado. Corrimos como si estuviéramos en una misión de vida o muerte con cronómetro en mano. Los 3 regresamos con compras no sólo satisfactorias, si no extraordinarias.

El de la chamarra encontró una que usó casi diario por 6 meses por $500 pesos, la de los calcetines jura que nunca había encontrado mejores y yo me compre unos zapatos de $400 pesos que a donde vaya me los chulean. Por un momento pensé que estábamos enamorados de nuestras compras porque nos “salvaron” pero lo curioso es que las demás personas que no saben de su origen las piropean y mucho.

Sr. Novio es bien desesperado para las compras y me da un tiempo límite en las tiendas de 20 minutos y bajo presión estoy produciendo excelentes resultados. Acabo comprando algo que:

  • Refleja mi estilo
  • Es práctico
  • Justo lo que buscaba
  • Tiene un precio justo

Todo esto me hace pensar si aplico las reglas de una compra de emergencia en todas las circunstancias si puedo lograr el mismo efecto en el que cada artículo que compro.

¿Será la regla o la excepción?

Saludos reflexivos (sobre cosas mundanas como las compras),

La Citadina.

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