Con el planeta a cuestas

No sé ustedes, pero en tiempos recientes me queda la impresión de llegar arrastrándome al fin de semana. Me gustaría inventar que esto se debe a que hago mucho ejercicio, trabajo como un buey o llevo una vibrante vida social, pero lo cierto es que frecuentemente despierto ya cansado, cual si en vez de volver de un sueño plácido hubiera soportado hora tras hora de una atroz gritería. Una vez resignado a la lucidez, lo que toca es prender el celular, así sea nomás para certificar que el mundo no ha acabado de acabarse. Y luego hay que cargarlo, como todos los días.

Corren tiempos de angustia soterrada. Se aglomeran las noticias siniestras, no siempre queda tiempo para digerirlas, pero eso es aún poco frente a los disparates de quienes las comentan y condimentan. Pocas provocaciones nos alebrestan como aquellas que desafían a la lógica más elemental, pero de eso se trata la emboscada. Pues entre más absurdos sean los argumentos, menos paciencia queda a quien los escucha y más fácil será que pierda los estribos. Vive uno así peleando contra sus impulsos, tratando de ignorar las necedades más estrepitosas y pretendiendo con escaso éxito que se halla por encima de cada situación. ¿Será por eso que al llegar la noche le queda un sedimento de desasosiego que no se irá ni tras un sueño narcoléptico?

Vivimos tiempos únicos, seguramente históricos, donde la incertidumbre, la violencia, las mentiras, los muertos y el absurdo, entre otros espantajos recurrentes, forman un mazacote apenas discernible que por sí mismo agrede, agota y desconsuela a quienes padecemos sus rigores. Leemos y escuchamos noticias que nunca antes imaginamos, o que creíamos parte del pasado, y así nos resignamos a sobrevivir en un estado de crispación constante donde nunca se acaba la perplejidad, crece la indignación como la hiedra y hay que esconder los miedos debajo de la alfombra porque aquí oficialmente nada pasa. Y muy pocos esfuerzos hay tan agotadores como éste de tapar el sol con el meñique.

Es sábado, por suerte. Una tregua probable, si bien nunca segura, porque el signo fatal de nuestros tiempos es la incapacidad de volverles la espalda cuando menos un rato, en bien del alma. Libramos una guerra cotidiana contra la delincuencia, misma que de antemano sospechamos perdida porque los criminales disfrutan de poderes irrestrictos y se saben completamente impunes, cuando no solapados y hasta obedecidos por políticos que ellos mismos compraron o impusieron. Lidiamos, además, con una demagogia inverosímil que no sabe ocultar la extrema ineficacia –cuando no la flagrante corrupción– de aquellos que se dicen servidores públicos, se piensan infalibles y pretenden tratarnos entre el paternalismo, el menosprecio y la majadería.

He perdido la cuenta de las malas nuevas que sutilmente me amargaron la semana, porque encima de todo son acumulativas y trato de restarles importancia para poder volver a mis quehaceres, pero suelen quedarse bailando en la cabeza… hasta que llegan otras a relevarlas. En todo caso, flota un hedor a pólvora quemada que nos pinta el paisaje de signos ominosos y opera en contra de los mejores propósitos. ¿Para qué hago lo que hago cada día? ¿Cuál es mi plan, pese a las circunstancias? ¿Quedará algún espacio para las ilusiones? Responder a cada una de estas preguntas pasa por recurrir a la ficción, pues todo en derredor parece conspirar para hacerlas ingenuas y risibles. ¿Y cómo no agotarse de asumir un optimismo que se teme gratuito?

Sé que estoy estropeando el fin de semana cuando no soy capaz de soltar el teléfono, porque al final no hay whisky ni botana ni mañana soleada que alcancen para hacer a un lado la ansiedad que uno mismo alimenta, como un vicio invencible. De pronto, sin pensarlo, me encuentro con los ojos de mi mujer, nos reímos por nada, llamamos a los perros y de repente el sábado florece. Por mi madre que nos cuesta trabajo, pero el mundo necesita entender que no siempre puede uno traerlo a cuestas.

Este artículo fue publicado en Milenio el 12 de marzo 2022, agradecemos a Xavier Velasco su autorización para publicarlo en MEX APPEAL.

Foto:

https://politica.expansion.mx/mexico/2022/01/19/crimen-organizado-sube-amago-gobiernos-estatales-2022

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