Se dice, erróneamente, que el diablo está en los detalles; NO, Satán está en nosotros, los malportados. Hablaré principalmente de mi caso, quizás me llevo entre las patas de cabra a una que otra diablilla, nunca con el afán de quemarlas, más bien con la intención de condimentar este post. Los «buenos» creen que «nosotros» somos capaces de todo pero tenemos un código de ética muy claro: entre gitanos no nos leemos las manos. No descubriré la identidad de mis semejantes.
En segundo de primaria otro bribón y yo, casi, dejamos sin herederos a un morro. El maleante güero agarró por la espalda al gordito, recuerdo que nuestra víctima tenía sobrepeso, y yo le di un buen patín en los blanquillos. Casi me corren de esa escuela. En cuarto de primaria las maestras se quejaban mucho de mi conducta. En la secundaria, a pesar de que los de talla más grande me agarraron de su puerquito, me destaqué por mi mal comportamiento. Alguna vez a un profesor de física le puse una probeta en el asterisco, argumenté que me había resbalado, aún así lo pagué con un reporte. En la preparatoria me suspendieron la primera semana de clases. En mi último semestre de universidad aún me sacaban del salón.
Cuando me gradué mi mala conducta estuvo ligada al alcohol y a la fiesta. Lugares de mala muerte pero de buena vida. En agosto del año 2014 dejé esa vida de pecado y perdición, las anécdotas en donde abundan las diabluras perduran, algunas me persiguen y en ocasiones me entero de unas que no recordaba por mi estado de ebriedad. Mi comportamiento ha cambiado radicalmente pero también es cierto que se me ocurren muchas fechorías, despejo mi mente y sólo imagino cómo sería aquella maldad, no la concreto.
La pequeña diablilla me contó, señor malportado, no sé que hice mal, estaba jugando en el patio y de pronto una maestra cayó y yo ya estaba en la dirección, así me pasa todo el tiempo. Le sonreí y le dije que se portara bien pero yo sé que esto apenas es el comienzo, estará en más direcciones y quizás en alguna patrulla de policías.
Nos conocimos hace mucho tiempo, aunque la convivencia fue superficial. Ex convictos del mal, cada uno tuvo su fondo, nos reencontramos en la tranquilidad de quienes rompieron varias vajillas y ahora pueden andar frescos por las vidrierías. Su mirada penetrante se vio acompañada por una sonrisa maliciosa pero encantadora, me hechizó. Hablamos de nuestras diabluras y reímos mucho. ¿Regresamos con Satanás? Nel, menos por menos es más.
Saludos intergalácticos.