Acabo de terminar de leer un libro en el que la protagonista pierde la memoria después de una caída en el gimnasio. Se despierta con los recuerdos de su vida 10 años antes en un cuerpo que no reconoce, con 3 hijos que no conoce, adicta al café y en proceso de divorciarse del hombre que era el amor de su vida.

Durante todo el libro fui recorriendo la vida de la protagonista junto con ella tratando de entender qué la había llevado a ser esta mujer que ella misma no reconocía. La lectura no fue sólo entretenida, fue motivo de reflexión divertida en mi vida. ¿Qué pasaría si mañana te despertaras pensando que eres 10 años más joven? ¿Te reconocerías?

La reflexión se me hizo sobre todo interesante en el tema de su pareja. Porque en su mente apenas llevan un par de años casados y no entiende porqué su “futura yo” se estaría divorciando de ese hombre tan increíble. Sus amigos y familiares le intentan explicar, pero en su mente novata, nada de lo que le dicen es razón suficiente como para dejar ir la relación.

Siempre dicen que la comunicación es lo más importante en una relación. Pero conforme pasan los años he decidido que para mí, lo más importante, es la empatía. Porque por más que uno sepa comunicarse, si no se tiene la habilidad de congeniar y entender desde la perspectiva del otro cómo se siente, porqué actuó así y porqué llegó a ciertas conclusiones, no tienes nada más que palabras al aire.

No les cuento el final por si se animan a leer el libro (Lo que Alice se le olvido de Liane Moriarty) pero sí les cuento que a veces un cambio de perspectiva lo es todo, como lo demuestra esta historia. No puedo evitar pensar en los pequeños detalles que a veces construyen o pueden llegar a destruir relaciones.

Saludos empáticos,

La Citadina.