En septiembre del año pasado, en este mismo blog, publiqué el post Víboras, dedicado a aquellas personas que se preocupan más por las vidas de los demás que por la propia. Les gusta criticar, criticar y después de criticar, volverlo a hacer. Ni siquiera el nuevo año y la esperanza de cambio les quita sus viejas mañas. ¿Ser mejor cada día? No, para qué, si se pueden chingar al prójimo. Fulanito llegó tarde, Perenganito se la vive en redes sociales y Menganita no se pintó bien la uña del meñique. Hasta lo que no comen les hace daño.
En todas las oficinas existen esas personas que transmiten mala vibra, nada les parece y sólo son felices en medio del caos. Pareciera que tienen un letrero que dijera: Prohibido ser feliz. La antipatía de las víboras es tan notoria que cuando entran, la mayoría prefiere ponerse los audífonos y no comentar algo que pueda ser usado en su contra, más vale prevenir. No me gustaría ser esas personas pero estoy seguro que hay muchos reptiles que disfrutan ser odiados.
Mi día no fue el mejor. Llegué a casa y no había nada de cenar, lo bueno es que el Superama me queda atravesando la calle. El sushi que quería se había acabado; para el soltero refri-vacío el atún siempre es opción. A pesar de las tormentas, procuro sonreírle a los demás, no tienen la culpa de mis infortunios. Después de pagar, la cajera me dijo: usted siempre está contento. Sonreí, la señorita me hizo la noche.
Cada quien es como es, pero prefiero ser de los que sonríen.
Saludos intergalácticos.