Mi madre siempre me ha aconsejado seguir el camino del bien, la mayoría de sus enseñanzas son en forma de dichos o refranes. Cuando mi hermano y yo criticábamos al prójimo, mi progenitora nos solía decir: si no tienen nada positivo que decir que los demás, mejor no hablen.
Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado y nunca haya viboreado. Seamos sinceros, chismear y criticar es delicioso. Un chisme picante es más suculento que un plato de tacos al pastor. No es cuestión de género, tanto a mujeres como hombres nos gusta saber de los tropezones de los demás.
Dicho lo anterior, todos chismeamos. Pero hay una ligera línea entre hacerlo cómo algo recreativo o realizarlo con saña. Hay campeones en disfrutar de la desgracia ajena y hacer leña del árbol caído.
La entrega religiosa no resta maldad a las lenguas viperinas. Todos conocemos a aquella persona que asiste a misa de manera disciplina y no comete pecados, pero como comenta los ajenos. La imagen de aquellas señoras de pueblo con la cabeza cubierta, rosario en mano, pegándose en el pecho y criticando a diestra y siniestra a quien comete alguna pecata minuta, está más vigente que nunca. Las oficinas están llenas de aquellas personas que sólo ven la paja en el ojo ajeno, no tienen vida propia y son felices siendo víboras.
Saludos intergalácticos.
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