El año pasado mis propósitos fueron pocos y muy concretos, los logré sin ningún problema porque era lo que quería hacer. Creo que la clave de un buen propósito es hacer algo que venga de manera natural, algo que ya sea necesario en tu vida y que quieres hacer, sólo que necesitas una buena fecha para empezar.
Hay muchos momentos buenos para comenzar algo durante el transcurso del año. En tu cumpleaños, en el cambio de estaciones, el principio de un mes. Pero hay algo de los años nuevos que se sienten aún más adecuados para comenzar algo. El primer día del año para mi es el 2 de enero, porque el primero, invariablemente o está uno desvelado, indigesto o perdido en el abismo de los días de vacaciones y no sabe si la semana avanza hacia adelanta o hacia atrás. Pero el 2 de enero todo empieza a arrancar, lentamente.
Me persigue el olor de hojas en blanco, libres de tinta, de pesares y de pesadez. El año permanece ligero, abierto a un sinfín de posibilidades. Por un momento nos podemos sentir invencibles, sanos, disciplinados y determinados. Las redes sociales ayudan con una multitud de retos para los primeros 30 días del año. Y caemos en la tentación de quererlo hacer todo.
Para este año propongo hacer una cosa. Si eres ambicioso, tal vez tres, o más. El requisito fundamental es que sea algo que se sienta natural, lo que toca, el siguiente paso. Nada de dietas extremas, retos brutales, restricciones tortuosas. Seamos amables con nosotros mismos y desde esa amabilidad seamos mejores.
¿Mis propósitos concretos?
- Contaminar menos
- Leer un libro en 365 días
- Un jugo verde por las mañanas siempre que se pueda
Saludos sobre una hoja en blanco,
La Citadina.