La ciudad está de mal humor. Es temprano, llueve, el cielo está gris y los claxons de los automóviles no paran. Todo indica que será un día largo, todos los días tienen las mismas horas pero hay unos que parece que nunca acaban. Así, también, son algunas ciudades; interminables e infinitas. La CDMX no es para todos, hay que haber nacido en ésta o estar loco para poder vivir en el otrora Distrito Federal.
Siguen aquí, no lo comprendo. No entienden las indirectas. Al buen entendedor…
No sólo han sido palabras, me he cansado de gritar, mis entrañas se han desgarrado. ¿Qué tengo que hacer? Estoy desesperada, desde hace más de quinientos años los quiero fuera. Es cierto, los seres humanos tropiezan, siempre, con la misma piedra. ¿Habrá seres más necios y torpes? ¿A quién se le ocurre asentarse en un lago? ¿Creen que las lluvias bestiales son para limpiar el humo que ellos producen? En mi no debieron de fijarse para hacer una ciudad, lo peor del caso es que cada año llegan más y más.
Estos necios saben que cada año a partir de junio llueve a cántaros. ¿Por qué no limpian mis arterías? Cada año vomito agua y toda la porquería que vierten en mi. Pañales, colchones, plástico, comida y hasta automóviles. ¿Cómo no me voy a inundar? Tontos.
En 1985 me sacudí un poco para ver si así se iban unos cuantos, algunos aprendieron la lección y se decidieron marchar a Querétaro, Cuernavaca u otra ciudad. Pero al cabo de un tiempo le perdieron el miedo a mis movimientos y regresaron; se fueron los padres pero regresaron los hijos a estudiar o en su defecto a trabajar. Saben de la sismicidad que tengo, aún así construyen a diestra y siniestra, para mi los edificios son como granos, acné por todos lados. Son insolentes por eso hace un año me enojé, otra vez me moví y lo hice un 19 de septiembre, también, para que me respeten. Lo triste es que a los dos días del susto que le di, volvieron a construir. Ya veré como los vuelvo a poner en su lugar.
Bien lo cantaba Chava Flores, un hormiguero no tiene tanto animal…
Saludos intergalácticos.
