El día de muertos en México siempre había pasado desapercibido. Claro que se convertía en motivo de celebración cuando me daban el día libre en la escuela o en el trabajo, pero fuera de eso no tenía un gran impacto en mi vida. Sin embargo, este año lo disfruté muchísimo y probé un poco de esta increíble tradición.
Mi interés por este día claramente tiene que ver con el hecho de que este año dos almas muy importantes para mí ya no me acompañan en vida. Todo el año me he dedicado a sobre pasar un duelo y luego ya que sentía que podía respirar me pegó otro como una ola inesperada que te termina de revolcar y te avienta a la arena sin piedad. El tema de muerte ha estado presente en mis decisiones, en mi manera de ver las cosas, en mi día a día, en lo que escribo, en lo que leo, en lo que vivo.
Esta reflexión sobre la muerte ha tenido momento de profunda tristeza, de desesperanza, de crueldad. Pero ha tenido otro lado positivo también con el cual he dado un giro positivo a mi vida. Si bien el tema de que un día ya no estaremos aquí ni nosotros ni nuestros seres queridos puede ser amargo, hay un lado positivo en esta ecuación en donde nos permite vivir más plenamente, más felices, más presentes.
Este equilibrio entre lo positivo y negativo me ha llevado a encontrar un punto de balance el cual no había podido expresar tan claramente como con las festividades del 2 de noviembre. Porque si bien el tema es muerte, no se podría festejar con más vida.
El proceso de poner una ofrenda me llenó de vitalidad. Desde escoger entre las flores amarillas, poner un incienso rico, colgar el papel picado multicolor, acomodar las fotos, poner el agua, comida y chocolate fue un proceso ligero. En ningún momento sentí pesar, sino más bien disfruté acordarme de ellos y de dejarles regalitos de cosas que les gustaban. Desde vicios hasta juegos.
Dicen que los mexicanos tenemos un gran sentido del humor e ingenio. Así es como sobrepasamos nuestras tragedias. Y esta tradición no lo podría explicar mejor.
Crecí en una casa semi mexicana, donde las enchiladas verdes no picaban y en vez de ponerles crema les poníamos yogurt natural (no sabe nada mal). Siempre he vivido en México y nunca me he imaginado en otro país que no sea este, pero nunca me he terminado de sentir 100% mexicana, porque lo soy a medias. Pero este festejo me hizo sentir más mexicana que nunca. Siempre odié el olor a cempazuchitl, hoy me trae paz.
Saludos mexicanos,
La Citadina