¿Cuántas veces no hemos escuchado, ya estoy hasta la madre? O peor aún, somos nosotros los que ya no podemos. Después de un día en la CDMX, en el que parece que la metrópoli está de mal humor, odia a todos sus habitantes y todo sale mal. Tráfico desde temprano, lluvia mañanera, manifestaciones, gritos por todos lados y una pésima jornada en la chamba. Llegas a casa, se te olvidó pagar la luz, no hay energía eléctrica, el último cartón de leche huele a madres, mejor duermes y esperas que mañana todo sea mejor. ¿Qué crees? Recién es lunes.
Lo que sentimos los chilangos lo experimentan la mayoría de los habitantes de las grandes urbes. Quienes viven en el otrora DF, no son los únicos que quieren pegarle al primero que se les ponga en frente.
William Foster habitante de Los Angeles, ex godin gabacho sale de su casa para visitar a su hija en el día de su cumpleaños, llegará de sorpresa a casa de su ex esposa, hay una orden de restricción en su contra. Primero, se ve atorado en un embotellamiento vial, poco a poco la ciudad y los habitantes de ésta con los que se topa van sacando lo peor de él, al grado de armarse y terminar en shock. Todos los ingredientes están puestos para que ocurra una tragedia.
«Un día de furia» (Falling Down) estrenada en 1992, dirigida por Joel Schumacher y protagonizada por Michael Douglas, trata de la tensión que las grandes ciudades producen en algunos individuos. El personaje principal padece del Síndrome Amok. Éste está muy ligado a la cultura y a lo que ésta produce en las personas. Se caracteriza por una manifestación súbita de ira, en la cual quien la padece puede matar a quien se cruce en su camino, la manifestación termina cuando el sujeto es inmovilizado o se suicida.
Conozco muchas personas que realizan odiseas diarias para subsistir en la Ciudad de México. En mi oficina trabaja el Señor X, para llegar a San Jerónimo a las 8:00 debe de despertarse a las 4:00 porque vive en Ecatepec. Siempre está a las 8:00 en punto, nunca se queja y la.mayoría de las veces tiene una sonrisa en el rostro. ¿Es feliz? No lo sé. En una ciudad de veinte millones de habitantes sometidos a un elevadisimo nivel de estrés debe de haber alguno proclive al Síndrome Amok. Hay mucha violencia pero es una fortuna que nunca haya habido un loco que quiera terminar con todo. ¿Será por qué el uso de armas está restringido? No lo creo porque en el mercado negro se consigue hasta dinamita. Quizás sea por la Virgen de Guadalupe, San Judas Tadeo, Papá Dios u otro Santo que están al pendiente de nuestros actos.
Hay violencia en la CDMX pero los mexicanos, en su mayoría, somos personas buenas y solidarias que antes de matar a alguien nos echamos unos tragos o sólo mentamos madres. Para la tensión que se vive en Chilangolandia, la furia citadina está muy controlada.
Saludos intergalácticos.