Toma café y corre

¿Cuántas veces tenemos que hacer algo que no nos gusta?
Lunes por la mañana, suena alarma una y otra vez. Pongo sleep una y otra vez hasta que pasa una hora. Porfin logro despertarme. Considero salir a caminar, pero hace frío y mejor decido que voy a leer un rato. Agarro un libro que llevo 2 meses tratando de terminar. A los 5 minutos lo dejo a un lado y voy por otro, a los 5 minutos dejo ese y voy por otro. Con 3 libros sobre la cama y en pijama me pongo a llorar. Tengo 33 años y no tengo idea de qué estoy haciendo con mi vida.
Paso el resto del día hablando con amigas, la semana en terapia, convenciéndome que nada es tan grave como lo parece. Las horas pasan casi en reversa. Una amiga me sugiere que me relaje y que deje de pensar en qué quiero hacer con mi vida. Me doy una oportunidad y decido dejar que las horas tomen su curso, y que la corriente de la intuición me guíe. La única regla: limitar las horas de Netflix. Sólo cuando desayuno y en la noche. Nada más.
Una semana después…
Lunes por la mañana, suena la alarma. Le doy sleep 1 vez y a la segunda me obligo a despertarme. Es una mañana fría así que decido hacer ejercicio en casa. Escojo una rutina que parece ser ligera. A los 3 minutos de seguir a la mujer que guía la rutina ya la insulté a ella y a su madre. Veintiocho minutos después la odio todavía más, pero bien dicen que nadie se arrepiente de hacer ejercicio. Estoy tan agotada cuando termino que decido hacer una rutina de yoga para relajarme y estirar.
Son las 9:30 de la mañana y ya estoy bañada y arreglada con café en mano y haciendo la lista de lo que voy a hacer con las horas que tengo por delante. El tiempo pasa volando. Hablo con mis amigas entre actividades, la semana esta llena de actividades y plagada de fe. Aún no sé el camino con certeza pero sé que quiero transitarlo. No todos los días son buenos, pero ya descubrí que los malos generalmente se solucionan haciendo ejercicio y con una buena taza de café.
Y para los perdidos como yo, parece ser que eso de dejarse guiar para sus gustos funciona. Cuando me dejé de presionar por “encontrar qué hacer” acabé haciendo justo lo que quería (por ahora).
Saludos perdidos,
La Citadina.

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