Hace un par de años escribí un artículo sobre cómo pedir al hombre perfecto y he de confesar que mi filosofía funcionó. Heme aquí, 4 años después, en una tarde nublada, escribiendo desde el departamento que comparto con Sr. Novio, recordando los tiempos cuando lo más importante era encontrar galán, pareja, compañero. Mis años de soltera duraron, pero los disfruté mucho, no sin añorar a cada instante esta vida en la que hoy me encuentro presente.
Hoy, caminaba a la oficina por una ciudad desértica y fría la cual por un momento me hizo dudar si 1) estaba viva, 2) si era lunes, 3) ¿qué hora era? ¿cambió el horario y nadie me dijo nada? Ya que confirmé mis preguntas desorbitadas en menos de 2 segundos revisando mi celular pasé a temas más profundos: crisis existencial de trabajo.
Caminaba con el corazón hundido, rezando a todos los dioses que por favor pueda abrir y cerrar los ojos y que ya sea viernes y que haya pasado la pesadilla de esta semana (tengo 2 eventos brutales). Mientras tanto, venía escuchando una vos familiar que me susurraba ¿cómo te quieres sentir?
Llevo tanto tiempo concentrada pensando en qué hacer, a qué dedicarme, que se me ha olvidado cómo me quiero sentir. Y lo que mi trabajo temporal no me deja de recalcar es cómo NO me quiero sentir. Quiero un trabajo que:
– Me mantenga ocupada, lo suficiente para no volverme loca y tampoco tanto como para volverme loca
– En el que pueda ayudar a los demás sin sobre pasar mis propios límites
– Que me rete pero que no me lleve al límite
– Me tenga rodeada de gente linda
– Me pague bien, justo para todos
– Me de paz
– Me de libertad (económica y de tiempo)
Hoy no tengo idea de qué hacer, pero sí sé cómo me quiero sentir. Y tal vez, por ahí está la clave.
Saludos desde un trabajo que paga increíble pero tortura,
La Citadina.
Y por si les gana la curiosidad y quieren saber cómo escribía hace 4 años (o para descubrir mi técnica milenaria de cómo pedir al hombre perfecto, aquí les dejo el artículo).