Soñar no cuesta nada, dice el dicho, pero para que un sueño se concrete es necesario mucho trabajo, disciplina y constancia. Las relaciones entre las personas suelen ser verticales, es decir, siempre hay alguien por encima del otro, ya sea por economía, conocimiento, jerarquía laboral o familiar. Lo ideal es que construyamos relaciones horizontales, en igualdad de circunstancias, pero esto es muy difícil.

Hace tres años conocí a la organización Special Olympics, que se dedica a promover la inclusión de personas discapacitadas intelectualmente a través del deporte. El viernes pasado asistí a un desayuno en donde hubo un panel de preguntas y respuestas con atletas de la organización.

Hubo una pregunta que me llamó la atención. Una asistente le preguntó a los atletas. Independientemente del deporte, ¿Cuáles son sus sueños? Me quedé sorprendido, ¿Por qué no había pensado en los sueños de los discapacitados?

Hagamos una reflexión y seamos sinceros. ¿Quién se ha puesto a pensar en los anhelos de los demás? Eso creí, no lo hacemos. Además, sino pensamos en los sueños de los demás, menos en los sueños de quienes están aparentemente abajo de nosotros verticalmente.

Después de escuchar los sueños de los atletas me sentí sumamente egoísta, pensando únicamente en mis metas. ¿Conocen los sueños de sus familiares? ¿Le han preguntado a quien tienen a lado en la oficina que es lo que más quiere en la vida?

Los sueños de los atletas de Special Olympics me encantaron. Un ciclista que también está en cursos de carpintería, quiere construirle todos los muebles de su casa a su mamá. Una nadadora y gimnasta quiere ser cantante de banda.

Qué pasaría si le preguntáramos a los demás: ¿Cuáles son tus sueños?

Saludos intergalácticos.