Tengo la fortuna de conocer a personas de todo el mundo. Cuando viví en Barcelona me llevé muy bien con los latinoamericanos; al final de cuentas somos países que fueron conquistados por los españoles, pero con los colombianos había una química distinta, como si fuéramos lo mismo.
La semana pasada visité Colombia, no me sorprendieron los parecidos, me sorprendió que mexicanos y colombianos somos iguales.
Bogotá es la hermana gemela de la CDMX, quizás más pequeña y con más subidas y bajadas. Estar en Cartagena es como estar en Acapulco, mucha belleza natural pero los pobladores locales son muy abusivos con los turistas. Salento tiene un gran parecido con San Cristobal de las Casas. Manejar por los barrios de Pereira es como manejar por mi querida Cuernavaca. No sentí nostalgia porque estaba, literalmente, en casa.
La alimentación se basa en el maíz como en México. Los colombianos comen de todo; carne de res, puerco, pollo, pescado, etc. Fiesteros por igual aunque en un concurso de baile nos ganan por goleada. Fanáticos del fútbol, nos emocionamos por selecciones nacionales que sólo nos ilusionan. En Colombia no toman tequila porque toman aguardiente.
Hermanos del mismo dolor, mala distribución de la riqueza. Están los que lo tienen todo y los que no tienen nada. A pesar de tanta pachanga y rumba hay dolor. Sangre derramada por el narcotráfico. Gente buena, gobiernos corruptos. Siempre estamos acompañados pero somos seres solitarios. La soledad es una constante; en Márquez la encontramos en cien años y en Paz en un laberinto.
Saludos intergalácticos.