Un mundo sin noticias

No me gusta clavarme en las fatalidades de la vida. De hecho, casi no leo las noticias. La gente muy cercana a mi sabe que puedo caer en errores fatalistas cuando se trata del mundo y lo que sucede porque honestamente declaro que no leo, no escucho y no veo las noticias. Atrás quedaron los años en los que me sentía menos por esta decisión y he aceptado la falta de cultura y conocimiento que claramente me trae esta decisión.

Hace muchos años, cuando estudiaba la carrera, tuve un profesor muy respetado que nos defendió a mí y a otro alumno cuando abiertamente declaramos que no veíamos las noticias. Nuestros compañeros se nos abalanzaron con reclamos y afirmaciones sobre como este repercute en nuestra cultura general. El profesor nos preguntó porqué no las veíamos y los dos respondimos que porque nos deprimíamos fuertemente. Fue cuando salió a nuestro rescate y le explicó al salón que era algo real y grave, que nos respetaran en nuestra decisión.

Leo mucho, viajo y platico. Así es como decido aprender. Porque cuando veo las noticias me pongo muy mal. Mi mamá y Sr. Novio saben que tienen la estricta tarea de hacerme saber cuando algo es muy importante. A Sr. Novio se le olvida de vez en cuando pero mi mamá es como mi reportera personal de la BBC y me manda artículos relevantes y otros no tanto, pero buenos temas de conversación,  como ella diría.

Por eso, la semana pasada, mi mamá, estando en otro continente y uso horario se dio a la tarea urgente de mandarme artículos sobre la calidad del aire de la CDMX seguido de un: por favor, hoy no salgas a correr. Gracias mamá le respondí, sin confesarle que ya lo había hecho y ahora que lo mencionaba sí se me hacía raro que había estado tan vacía la ciudad.

La semana pasada llegamos a los niveles de aire más tóxicos que ha conocido la Ciudad de México en los últimos 10 años. Pasé todo un día en depresión brutal, con ventanas cerradas, velas de cera de abeja natural prendidas, acariciando mis plantas y perfumando el aire con aceites esenciales (todas sugerencias de Google para purificar el aire). No quería salir, no quería inhalar profundo haciendo yoga, no quería hacer nada.

Al día siguiente llegó una amiga igual de desapegada que yo con los temas abrumadores y negativos. Me recordó que la vida bien o mal sigue. Se me olvidó la contingencia, salí a caminar, abrí las ventanas, inhalé profundo y continué con la vida. Y no que no me importe la situación que estamos viviendo, mi importa más de lo que puedo digerir. Urge un cambio de conciencia en todos, mientras tanto, hoy me concentro en lo que yo puedo hacer y no en lo que no puedo controlar. Todo ayuda.

Saludos sin noticias,

La Citadina

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