Dicen que lo más importante para tener una buena relación con alguien es la comunicación. Yo me aferré a esta idea como si fueran las respuestas al examen más difícil y cargué la palabra como acordeón. Claro que recordaba la sabiduría en tiempos de discordia en los que uno tiene que hurgar su mente para encontrar respuestas, alternativas, herramientas y demás para avanzar.

Después de meses de traer un tema con el Sr. Novio (el tema siendo irrelevante) descubrí que lo único que hacíamos los dos para tratar de resolver el conflicto era hablar. Hablar y hablar y hablar y hablar. Llegó el punto que ya nos aburríamos de hablar y en vez de avanzar y dejar el tema atrás parecía que lo único que hacíamos era dar vueltas en el mismo lugar.

No pudimos dar un paso más hasta que el Sr. Novio llegó un día decirme que de repente se le había ocurrido invertir la situación por la que teníamos el desacuerdo. Se puso en mi lugar y volteó la perspectiva de todo. Me dijo que por fin entendía lo que llevaba meses intentando comunicarle.

Fue cuando me di cuenta de que (por lo menos en mi caso) la comunicación es parte de la clave, pero la llave maestra es la empatía. Bien dicen que intente uno ponerse en los zapatos del otro y creo que este simple hecho de humildad es capaz de resolver los mayores desacuerdos.

Hace un par de años cuando me lamentaba por haber reaccionado de cierta manera, una amiga me dijo que había una teoría (¿budista? No recuerdo con exactitud) que iba así:

Cualquier persona en el mundo, hombre o mujer, que viva exactamente lo mismo que tú has vivido, con la misma información, hubiera hecho, dicho o actuado de la misma manera en que lo hiciste tu.

Si literalmente nos ponemos en los zapatos del otro, sin meternos nosotros en la historia, nos daríamos cuenta de que tal vez haríamos/sentiríamos/actuaríamos exactamente igual.

Saludos desde otros zapatos,

La Citadina.