Los buenos tiempos

Ayer por azahares del destino di un tour por un campus universitario. Estaba en todo su esplendor, estudiantes caminando de un lado otro, algunos con prisa, otros no tanto. La biblioteca estaba a rebosar con estudiosos reales y falsos, computadoras por todos lados, libros, pizarrones, apuntes, amigos, compañeros, enamorados. Había cafés, copias, gimnasios, maestros y hasta pavorreales.

Aunque no era mi alma mater, me tele transporté a ella y reviví por unas horas los recuerdos de mi vida de estudiante. No pude evitar pensar que esos eran los buenos tiempos. Me senté en una silla en medio de un jardín, rodeada por árboles y me sumergí en un silencio brutal mientras escrudiñaba mi memoria para saborear esa etapa de mi vida a la que no le había echado un vistazo probablemente desde que me gradué.

Lo que más me llamó la atención fue mi nostalgia por la época. Los buenos tiempos en los que el tiempo se medía por clases, tareas, proyectos y semestres. Las preocupaciones no iban más allá de un horario inconveniente, el peor profesor de la historia o un equipo inútil, que parecieran el fin del mundo pero en realidad “la tortura” sólo duraría 4 meses. Todas mis preocupaciones de aquella época me parecieron banales e inmaduras y quise por un solo momento poder regresar en el tiempo y susurrarme al oído: disfruta.

Probablemente en un par de años, algo me regrese a justo este día, tal vez sea el hecho de releer estas palabras que estoy tecleando ahora mismo y recuerde con nostalgia “los buenos tiempos” que estoy viviendo ahora y tenga la misma sensación. Mientras escribo, siento una mano en el hombro y una suave voz que me dice: disfruta.

Saludos desde los buenos tiempos,

La Citadina.

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