El domingo pasado abruptamente regresé a la realidad a las 4:30 am en el aeropuerto de la Ciudad de México, después de un vuelo de más de 12 horas en el cual no alcanzó el tiempo para aterrizar de un mundo a otro.
Vengo de pasar dos semanas en varios países europeos de primer mundo. El shock cultural fue extensivo y continúa retumbando en mi cerebro. En Suiza estuve con una mexicana que lleva 6 años viviendo ahí y todos los días que pasamos en la ciudad en la que vive, no pude evitar cuestionarla día y noche sobre cada detalle peculiar que se me ocurriera.
Lo que más me llamó la atención es que cuando le pregunté sobre la calidad de vida al vivir en un país de primer mundo me contestó lo siguiente: aquí mis necesidades básicas están cubiertas, gracia a esto tengo tiempo para enfocarme en mí, puedo leer, aprender otros idiomas, tomar clases de algo, viajar, etc.
Al principio me pareció ridículo que el hecho de vivir en un país de primer mundo simplemente te resuelva las necesidades básicas, yo quería una respuesta más glamurosa. Pero conforme pasaron los días, estudié, analicé y sobre todo viví la experiencia me di cuenta de que tenía toda la razón.
La comida que venden es de la máxima calidad.
Su transporte público es impecable y puntual.
Su sistema de recolección de basura está organizado y estipulado.
Los señalamientos te explican todo.
Los parques están limpios.
Hay reglas sobre el ruido que puedes hacer.
Cuidan sus vacas.
Los perros deben estar entrenados y se debe pagar un impuesto por tenerlos.
En conclusión, todo está organizado y sobre todo resuelto. Claro, la vida es más cara pero los sueldos son buenos, sobre todo justos. Creo que fue lo que más impactó: la justicia. Que aunque podría parecer opresiva, genera una convivencia de paz y respeto, justo para todos.
Son cosas tan sencillas pero que hacen toda la diferencia. Hoy estoy de vuelta en mi país, acostumbrada a mi horario y sobrellevando un día eternamente ruidoso porque mis vecinos del departamento de arriba decidieron hacer arreglos. No pude trabajar, no me pude concentrar. Ahora me doy cuenta más que nunca de lo importante que es el famoso “Back to basics”.
Saludos básicos,
La Citadina.