Viajar es incómodo

A todos nos ha pasado (sobre todo ahora con las redes sociales que nos reportan todo) que vemos fotos de alguien que está de viaje y nos retorcemos de envidia. Si es de la buena o de la mala ya es cosa de cada quién. Pero siempre idealizamos. Fulanito está en París, fulanita de fue a la playa, los fulanos están otra vez en Barcelona. Y el verde que te quiero verde deja de ser poema y nos impregna con su distorsión.

Estoy de viaje actualmente y todos me dicen, que qué rico. Pero a veces la realidad es que viajar tiene todo menos lo rico. En el sentido de que estamos incómodos en muchas instancias. Por ejemplo, viajar a Europa es espectacular, pero superar el jetlag y los precios no es cualquier cosa.

El frío, la prisa, las caminatas eternas, la incertidumbre, no conocer el idioma del país en el que estás todo eso es incómodo. Y es que es algo sabido, pero a veces se nos olvida: viajar es salirse 100% de tu zona de confort. Lo cual nos hace crecer, pero también nos hace sudar.

Viajar con otras personas es aprender a ceder, mucho. Es acoplarse a planes, a ser paciente y respetuoso. Es poner límites y aprender lo que uno quiere, puede y le gusta. Es comer delicioso o a veces comer algo básico para sobrevivir o saltarse una comida para no perder un tren.

Implica a veces hasta meses de research, inversión y mucha planeación para irse y que no se caiga el mundo. Viajar es increíble, pero es una chambota.

Para todos aquellos que se están lamentando ahorita por estar en casa… también sepan disfrutar de su hogar, dulce hogar.

Saludos desde el extranjero,

La Citadina.

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