No puedo evitar pensar siempre que voy a la playa en lo expuestos que estamos, en todos los aspectos.
Acabo de regresar de un viaje caribeño en el que uno se desconecta de su agenda, sus compromisos, horarios, responsabilidades y demás. Suena delicioso, pero los preparativos para que uno pueda volverse invisible de cierta manera son tan cansados como continuar haciéndolos. Los días previos a un viaje siempre (en mi caso) tienden a ser una locura porque hay que dejar cosas preparadas, anticipar y resolver, todo antes de que suceda.
Por lo tanto, llegué agotada a mi viaje, pero lista para no hacer nada. Siempre suelo llevar un arsenal de entretenimiento, pero en esta ocasión no llevé nada. Quise desconectarme literalmente de todo y así fue. Nunca había pasado tantas horas contemplando el mar, tomando el sol y pensando literalmente en la inmortalidad del cangrejo.
Durante estas reflexiones me di cuenta de lo expuestos que estamos al viajar, desde lo más obvio hasta lo más intrínseco. Cuando se viaja a países tropicales, especialmente a darse una escapada a la arena y una revolcada en el mar, uno viste con muy pocas prendas. Me pregunto realmente ¿cuál es la diferencia entre nadar en traje de baño, en ropa interior o desnudo?
A veces un pequeño triangulito de fábrica unido por unos cuasi listones son el pretexto de traje de baño y he notado que hasta los más pudorosos andan paseando su piel al rayo del sol y no tanto por gusto, si no por necesidad. Creo que son pocos los lugares en los que uno se desviste tanto sin sentirse perverso.
Y no sólo hablo de nuestros cuerpos, la mente también queda al desnudo. ¿Qué pasa cuando estamos libres de nuestra rutina? ¿de compromisos y obligaciones? ¿Qué hace uno con tan poco y tanto tiempo? En mi caso siempre decido que la vida es mucho más sencilla de lo que pienso. Para ser feliz sólo se necesita un lugar donde dormir, comida rica, agua, un baño decente y una vista espectacular. Tener gente a tu alrededor con quien compartirlo y listo no está de más.
Por eso, después de regresar de la playa, no puedo evitar pensar siempre en dejarlo todo, irme a vivir a una casita a lado del mar, leer, dejar la mente en blanco, vivir bronceada, comer fruta y tomar café frío todos los días.
¿Será que la vida es más fácil de lo que pienso?
Saludos con vista al mar,
La Citadina.