Caja de chocolates

Estoy emocionada por vivir el 2019. Para este año no espero el cielo, la luna y las estrellas. Tal vez sí, tal vez espero sólo eso. Con cada año viene un poquito más de sabiduría (idealmente) y en los últimos treinta y dos he aprendido a no esperar siempre lo mejor.

Los últimos dos años han estado llenos de logros, pasos agigantados, amor y dolor. Quisiera pensar que este año será libre de pérdidas, del dolor desgarrador que a veces produce la vida, pero sé que no es algo realista. La vida es el conjunto de cosas que suceden, ni siquiera buenas ni malas, son lo que son y nosotros les damos la calificación que queramos. Hay cosas que pueden parecer malas, terribles, las peores incluso, como la muerte. Pero después de dos años de duelos puedo llegar a la conclusión de que ni si quiera eso es algo malo, es algo natural y es lo que es.

Simplemente eso.

Este año no espero el trabajo perfecto, el cuerpo perfecto, la relación perfecta, viajes perfectos, salud perfecta, amistades perfectas, la casa perfecta, el perro perfecto, la vida perfecta. No espero nada perfecto, porque no existe. Este año espero ser lo más realista posible. Espero poder ver la mayor cantidad de atardeceres, lunas llenas, caminar descalza, fijarme en la gente, salir de mi cabeza y estar más presente, reír lo más que se pueda, llorar cuando se necesite, crear, crear belleza, rodearme de amor y disfrutar.

Con que una de estas cosas se convierta en parte de mi rutina, de mi vida o de mi esencia me doy por bien servida, más que eso.

Atrás están los años en los que mis rituales de inicio de año involucran correr como loca con maletas por las calles, subirme a escaleras para conseguir un asenso en el trabajo, usar calzones rojos, amarillos y de lo que sea para curar el mal del momento, escribir una lista interminable de lo que quiero lograr, llenarme de vision boards, hacer un détox (y sentirme peor que nunca), repetir afirmaciones y alabar a la luna con rituales llenos de peticiones.

Atrás está la vida en la que todo me hacía falta. En la que vivía añorando lo que no tenía. Este año estoy emocionada porque me siento como Forrest Gump con una caja llena de chocolates, esperando a ver qué me toca.

Saludos curiosos,

La Citadina.

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