El pasado fin de semana entró un frenesí en la Ciudad de México porque además de ser un fin de semana en el que muchos esperamos recibir visitas (de nuestros difuntos) nos atormentaba el famoso corte de agua que aparentaba ser masivo.

Ya ha sucedido en otros años pero la histeria y caos es el mismo. No podemos imaginar nuestra vida sin ella.

Religiosamente salimos a comprar garrafones de agua, llenamos cubetas, botes, tinas, vasos, lo que podamos de éste líquido fundamental y tomamos veladoras prestadas de los altares de los muertos para rezarle a Tláloc y a los santos patrones del sistema de Cutzamala que no nos dejen sin agua. Cuidamos cada gota, nos bañamos en menos de 5 minutos, no le jalamos tan seguido al escusado y rezamos un poco más.

La cosa es que en mi caso me di cuenta de cómo lo tomamos como un recurso inagotable en la cotidianidad de nuestras vidas ocupadas, sin recordar que no lo es. Y no es por ser fatalistas, más bien realistas.

Este año para mí ha estado lleno de una conciencia antes escasa en la que intento reutilizar lo más que pueda las bolsas, cajas, periódicos, hojas de papel y demás. El problema no se resuelve (desafortunadamente) reciclando. El problema está en que hay demasiada basura y aunque nos sintamos mejor separando la basura en orgánicos, inorgánicos y materiales reciclables, estamos lejos de REDUCIR nuestra basura.

Al igual que con el agua debemos reducir nuestro consumo y ser más eficientes con su uso. Afortunadamente el corte del Sistema Cutzamala no afectó mi colonia, no hubo apocalipsis y seguimos hidratados, pero ¿por cuánto tiempo?

Hoy, sumo a mi causa de conciencia el uso del agua, recolecto lo que se desperdicia mientras se calienta el agua para bañarme y trato de ser más rápida, más amigable y causar menos impacto negativo y más positivo.

Saludos desde un mundo con agua,

La Citadina.