La semana pasada se cumplió 1 año de que murió mi papá. Hace un año viví un día completamente ordinario, incluso fue un día bueno, hasta que lo dejó de ser. Y fue todo lo contrario.

Sólo de pensar en lo que pasó, lo que tuve que hacer, lo que sentí, lo que pensé, lo que tuve que decidir, me agota y me trae de regreso a un panorama lleno de tristeza, estrés y cansancio. Así que mientras veía que los días pasaban y la fecha se acercaba tomé una decisión.

Decidí de cierta manera cambiar la energía de ese día. Las fechas son y siempre serán días en un calendario que nos ayudan a saber dónde estamos parados en el tiempo y espacio que nosotros entendemos. Hay días a los que nosotros decidimos darle más significado. Y si les vamos a dar significado, mejor que sea uno más amigable. Por eso decidí que en vez de ponerme triste por la ausencia de mi papá iba a celebrar su vida. Y lo hice haciendo una de las cosas que más disfruto: comiendo.

A mi papá le encantaba la pasta carbonara, entre muchas cosas más, pero siempre recuerdo que a cualquier restaurante italiano al que íbamos la pedía (estuviera o no en el menú). Así que la semana pasada me busqué un lindo restaurante italiano cerca de mi casa, aparté la fecha con Sr. Novio y nos fuimos a cenar.

No platicamos de mi papá pero los dos sabíamos que estábamos ahí para honrarlo y celebrar la vida en la que nosotros seguimos. Disfrutamos muchísimo de la comida y de la compañía y sobre todo reemplazamos la fecha con un mejor recuerdo. Estoy segura que mi papá estaría de acuerdo con esta nueva tradición.

No sé si todos los años haga lo mismo, pero estoy determinada a hacer algo especial en esa fecha.

De igual manera sus amigos organizaron una misa en su honor lo cual me tocó profundamente. Yo sé que mi papá estaría de malas de saber que organizaron algo así para él. Pero lo que hacemos finalmente lo hacemos para nosotros, para los que seguimos aquí.

Saludos conmemorativos,

La Citadina.