Hace muchos años escuché por primera vez de la meditación. Era un concepto nuevo en mi mente joven y no lo lograba entender pero decidí probarlo. Me fue fatal.

Resulta que cuando andaba de curiosa me invitaron una meditación guiada en grupo que duraba una hora, de 7pm a 8pm. Me acuerdo perfecto de toda la dinámica, llegué tímida, emocionada y con ropa cómoda. Me senté y como buena alumna que siempre he sido escuché con atención las indicaciones. Todo empezó delicioso. Nos pedían que relajáramos cada parte del cuerpo y no sé si sólo me pasa a mí pero me encanta cuando me piden que relaje partes del cuerpo que no considero relajar normalmente (como la frente, las cejas, los párpados, la mandíbula, las muñecas). Luego nos empezaron a introducir una visualización como esas de imagínate una cascada y que te vas dejando llevar por el sonido del agua. Yo estaba en el paraíso completamente presente, relajada y dejando que mi imaginación volara. Y luego nada.

NADA

Se acabaron las instrucciones. Silencio absoluto. Y yo con mi cascada mental en pausa y empezando a tensar cada pestaña recién relajada. Violando un poco las reglas de no abrir los ojos abría ligeramente el ojo izquierdo y lo cerraba, abría el derecho y lo cerraba. Sólo para descubrir que nadie se movía y todos permanecían inmóviles y con una cara de tranquilidad absoluta. Los quería matar a todos. Empezó a recorrer mi cuerpo una desesperación absoluta. Intentaba concentrarme de nuevo en las últimas instrucciones que nos habían dado antes de aventarnos al abismo del vacío en el que me encontraba atrapada. Mi mente revolucionada no paraba y no paró. Después de los minutos más largos de mi vida se acabó la tortura, salí casi empujando gente y absolutamente furiosa.

Es por eso que la semana pasada cuando estaba leyendo un libro que ultra recomendaba la meditación me sentí un poco resistente a la idea, pero el mismo libro dice que si queremos una vida diferente tenemos que hacer cosas diferentes. Por lo tanto en contra de mis propias quejas empecé a meditar. Pero esta vez lo hice como principiante y novata, sólo 5 minutos al día por una semana.

Y hoy estamos justo a una semana de que empecé y me encuentro preguntándome si esos 5 minutos diarios hicieron la diferencia. Mi respuesta es un rotundo SÍ.

Y no es que durante la meditación haya sucedido algo espectacular o increíble. De hecho no sucede nada. Básicamente lo que intento es estar presente y me la vivo sacando pensamientos de mi mente, tratando de mantenerla en blanco. Estoy consciente de que en una semana de práctica no voy a lograr una gran iluminación pero no dejo de intentarlo. Curiosamente la magia ha sucedido en mi vida cotidiana cuando estoy bien despierta e inmersa en mi cotidianeidad. Es en estos momentos en los que se me ha abierto el panorama y se me han ocurrido soluciones creativas a mis problemas. Es como si antes mi visión para resolver un problema fuera del 10% y ahora es de 40% más.

Así que hoy sigo con mis 5 minutitos de meditación por más flojera e insignificante que sienta que puedan ser. Si tan poco ha sucedido en 1 semana estoy curiosa para saber qué más puede pasar en 1 mes.

Saludos,

La Citadina.