El tiburón

Se ocultaba el sol y la expectativa crecía, puro tornillo en el depa, los solteros de antaño animábamos a los que acababan  de cortar y se unían al grupo de pseudo seductores. Las coincidencias no existen, dos amigos de nuestro grupo terminaron la misma semana, festejo por partida doble. La tarde ya estaba completamente vestida de negro, la noche llegó y la testosterona aumentó, Baco ayudó a calentar los hocicos. Todos querían guerra de algún u otro tipo, uno de los nuevos solteros se declaró vegetariano, pensaba en ella pero era un hecho que le entraría macizo a los quiebres. El otro, que había dejado la vida en pareja, se declaraba más carnívoro que nunca, después de tanto tiempo quería ordenar algo distinto del menú.

Llegamos a la discoteca un tanto heridos pero estábamos listos para las trompadas que se venían. Un gorila nos abrió la cadena desde que nos vio a lo lejos, los que estuvieron un cautiverio estaban impresionados por la rapidez con la que ingresamos al recinto del pecado, hace unos años no entrabamos tan rápido y uno que otro era bateado ocasionalmente. Cuando ellos estaban amaestrados nosotros nos volvimos asiduos del establecimiento y dejamos algunas quincenas ahí.

Instalados en el área vip del antro cada quien empezó a buscar alguna posible víctima de nuestros respectivos encantos. Cada uno del grupo era muy distinto, teníamos diferentes habilidades. Me llamo Joaquín pero en ese entonces me llamaban Larry, lo sé, nada que ver con mi nombre. Larry venía de mi tronqueza al bailar, Larry Tmico. Esa carencia al bailar la utilizaba a mi favor, llegaba muy seguro con la fémina en cuestión y solicitaba clases al ritmo de algo pegadito, lo perfeccioné y la táctica tuvo éxito, ellas sentían ternura al ver percatarse de mis dos pies izquierdos.

Ese viernes de junio del 2002 en pleno mundial de Corea y Japón vi a un niña preciosa bailando en la pista, era momento de que Larry le tirara a lo grande, debo de admitir que la artimaña de la maestra de danza no había  sido utilizada con las más guapas, días atrás México había jugado un partidazo contra Italia, eso me motivó. Se llamaba Vanesa, tenía unos ojos preciosos, me cautivó su sonrisa y la forma en que bailaba. Llegué decidido y le dije, bailas de maravilla, me enseñas? No paraba de reír, a veces algo tan estúpido, funciona.

La llevé a la mesa en donde los nuevos solteros estaban bultos y dormían, los otros tres estaban con unas chicas, cada quien con una. Vane y yo reímos, intentamos bailar y por supuesto que le di mucho, mucho alcohol. Mis negras intenciones empezaban a tener dividendos, algunos quicos y ya estabamos de la mano. Era cuestión de tiempo y de incrementar la dosis  del Bacacho para pasar a otro nivel.

Todo empezó a salir mal cuando mi vejiga estaba del tamaño de una piña, la dejé sola en la mesa, antes le di un beso tierno en la comisura del labio. Desde que me encaminé a tirar la miel, presentí que algo o alguien andaba al acecho. Era moreno y fornido, camisa ajustada, collar de esos que se usaban en la época como de bambúes, zapatos cuadraditos y peinado de picos. Regresé del tocador, ligero y dispuesto a comerme a becerros a mi Vane querida. Sentí un hueco espantoso en el estómago cuando vi que aquel Latin Lover ya estaba muy sonriente con mi ligue de la noche. Lo saludé, no hay que ser maleducados, pero el galán fue seco, estaba  robándome a mi chica. Vanesa se alegró al verme de vuelta y tenía la intención que los tres conviviéramos pero de pronto se escuchó la voz gangosa de Elvis Crespo: suavementeeeeeeeeee.

Mi rival resultó moverse como un profesional. Vane estaba fascinada; cuatro vueltas que le dio ese mequetrefe, todo el alcohol que yo le proporcioné y antes que acabara la canción del puertorriqueño y ese par ya se estaba devorando. Yo fui el gran perdedor de la noche y mi rotundo fracasó sólo le echó la sal a la selección mexicana que perdería contra Estados Unidos en el mundial del 2002.

Soy Joaquín, era Larry y fui víctima de un tiburón. La canción noventera de Proyecto Uno, El Tiburón,  describe a esa clase de gañanes que andan por las discotecas con los colmillos de fuera, mirada lasciva y ritmo letal. Lo curioso es que todos hemos bailado esa canción, es muy común en bodas, incluso hemos simulado aletas encima de la cabeza con nuestras manitas pero pocos han escuchado con detalle la letra que habla de un seductor roba chicas. Se la llevó el tiburón…

Saludos intergalácticos

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