En octubre del año 2010 comencé a trabajar en una agencia de publicidad en la cual tenía que visitar clientes por toda la Ciudad de México. Yo provenía de la Ciudad de la Eterna Primavera en donde ir de un extremo a otro te lleva media hora. El Distrito Federal es harina de otro costal, en una de las ciudades más grandes del mundo nunca se sabe cuanto se tardará uno en ir de un lugar a otro. La agencia estaba ubicada en la Colonia del Valle y tenía una cita en Santa Fe, salí de la oficina cuando faltaban 30 minutos. Obviamente, no llegué a tiempo. El cliente no me recibió y regresé a la oficina con la cola entre las patas. Mi jefe, el licenciado Antonio Carranza, contrario a lo que yo pensaba, no me regañó, me dijo que el DF no era como Cuerna (creo que me dijo provinciano) y que él prefería que me fuera con mucho tiempo de antelación, me llevara mi lap y me tomara un café. Después de ese incidente no volví a llegar tarde.

Se me quedó la costumbre de llegar a tiempo y cuando viví en Barcelona, también me distinguí por esa característica, no falta la excepción que cumple la regla, casi pierdo un vuelo a NY desde BCN (esa es otra historia). En el Master siempre era de los primeros en llegar al aula y en apartar lugar hasta adelante, súper teto, ya sé, pero como yo pagué el Master, quería sacarle todo el provecho a los profesores de la Universidad Autónoma de Barcelona. Trabajé en dos agencias de comunicación en el viejo continente, primero en Solé Hernándezn y después en OMD. En la primera mi jefe, Francesc Hernández, solía decirme que no parecía mexicano llegando antes que los demás. En OMD, el poco tiempo que estuve, era una necesidad madrugar porque una de mis funciones era hacer el clipping (presencia en prensa) de la cuenta de Turkish Airlines en inglés y mi dominio del idioma andaba medio oxidado.

Cuando uno llega temprano a una cita o al trabajo, no sólo se queda bien con la persona con la que se pactó el encuentro, también con uno mismo porque se cumple con lo dicho y además pueden surgir oportunidades. Rogério Ceni es un histórico del fútbol brasileño y mundial. Defendió por más de 20 años el marco del Sao Paulo, fue campeón del mundo con Brasil en 2002 (no jugó), ganó la copa Libertadores y además es el portero más goleador de la historia con 130 dianas. ¿Cómo logró convertirse en un arquero que sacudía las redes contrarias? Ceni tenía la costumbre de llegar excesivamente temprano a los entrenamientos, mientras sus compañeritos llegaban él jugaba a pegarle al travesaño con el esférico. Rogério se percató que si podía pegarle al travesaño podía meter el balón en donde fuera, empezó a cobrar los tiros libres con gran éxito, también los penales. Por llegar temprano descubrió y desarrolló un talento que le dio 130 goles como cancerbero, un hecho sin precedentes.

Cuando fui a Machu Picchu fui el segundo en la fila en Aguascalientes (Machu Picchu pueblo) para tomar el camión que nos llevaría a la zona arqueológica. Llegué a las 3:30 am, me ganó un holandés con el que platiqué por más de tres horas y con el que sigo teniendo comunicación. Pude ver un amanecer maravilloso en un lugar histórico y mis fotos salieron increíbles, sin toda la perrada. Los beneficios de ser puntual o muy puntual son muchos, además es mejor ser conocido por ser puntual a serlo por impuntual.

Mis queridos mexappealers pongan su despertardor, madruguen, lleguen temprano, encuentren oportunidades y metan muchos goles.

Saludos intergalácticos.