El saldo del escándalo

La mujer que ha subido al uber black es notoria por dos claros motivos: guapura y abundancia. Le sobran gracia y kilos, eso seguramente ya lo advirtió el chofer, un gordo confianzudo que enseguida se lanza a hacerle plática. Pero he aquí que en lugar de ser caballeroso y diplomático —como tendría que hacer cualquiera en su lugar, y todavía más a precios semejantes—, al bestia conductor le da por cuestionar su estado de salud. Resumiendo: quien está así de gorda no puede estar sana. ¿Ya checó sus niveles de colesterol?

Un comentario en tal medida imbécil, grosero y vejatorio basta para explicar cualquier reacción extrema. Vamos, lo inexplicable sería no poner al metiche en su lugar, ya sea mediante una agria reconvención, un par de bofetadas pedagógicas o una queja en la empresa responsable por la contratación de semejante zopenco igualado. La mujer de esta historia, pese a todo, conserva el coco frío, tanto así que ha grabado el final de la escena en su teléfono y más tarde lo hará famoso en Instagram.

Lo que el chofer del uber no alcanza a imaginar es la celebridad de su pasajera, que se llama Tess Holliday y ejerce de top model para tallas extra. Hay incluso una línea de ropa con su nombre. No es, pues, cualquier persona, y para reafirmarlo lanza su indignación contra la firma entera. “Soy gorda. Tengo también una cartera gorda y nunca más usaré sus servicios”, reclama Tess a la empresa de transporte, al pie de su video, y sentencia: “Nadie tendría que tolerar esto en ningún nivel de los servicios que ustedes ofrecen”.

En un mundo perfecto, nadie tendría por qué tolerar la estupidez, la impertinencia o la majadería, pero en este planeta son moneda corriente. Uno mismo, de pronto, incurre en ellas para su descrédito, y no se espera que le domestiquen para garantizar que nunca más lo hará. En todo caso, suelen pagarse consecuencias, y eso lo saben todos los entrometidos. Llevan la vida entera perdiendo amigos y negocios, por bocones, pero la airada Tess insiste en el escándalo corporativo. ¿Cómo permite una empresa de taxis que uno de sus choferes te diga que estás gordo (o flaco, o chueco, o cucho)? ¿Pero qué haría entonces para no permitirlo? ¿Grabar, monitorear, aplicarles media hora diaria de polígrafo?

De las 4 mil 791 fotografías que ha subido a su Instagram la modelo Tess Holliday en los últimos cinco años, la mayor parte de ellas son autorretratos. Desde el primero de ellos, donde aparece embarrada de sangre de utilería junto a una calavera, no oculta la top model su profundo interés por llamar la atención. Tiene, además, unos cuantos principios por reivindicar. Diríase que el suyo es un ejemplo de autoafirmación. ¿Y cómo no, si amén de exhibir cada día sus atributos físicos ante más de un millón de seguidores, se ocupa en recalcar la gordura presunta de su cartera? Le ha ido bien, nos recuerda. Y mejor aún le irá con este último entuerto; quien lo dude haga clic en el catálogo donde la estrella es ella, accesible desde su cuenta de Instagram.

Una vez que se borran las fronteras entre fama y prestigio, cualquier pequeño escándalo puede ser suficiente para verse encumbrado por la notoriedad, aun a espaldas del sentido común. “Nadie jamás debe darte consejos no solicitados sobre tu salud”, ha sentenciado la modelo ofendida en un video posterior al del incidente, a lomos de la fama que éste ha multiplicado, y ya se ve que no le sobra tiempo para pensar y medir sus palabras. ¿Nadie jamás, por tanto, debe decirle a uno “cuídese ese catarro”?

A mí también me escandaliza un poco que la gente se meta en lo que no le incumbe, pero supongo que es un mal de la época. Hay un coro de curas estreñidos y beatas desatadas plagando a toda hora las redes sociales en papel simultáneo de fiscales y jueces. Hay también incontables oportunistas, dispuestos a tirarse de clavado a las aguas viscosas de la ignominia con tal de saciar su hambre de renombre. ¿Y dónde al fin, si no en la red de redes somos día tra día testigos azorados de lo que hace la gente por un poco de reconocimiento, aun el desprestigioso, el fácil, el gratuito?

Una ilusión en boga es la de realizar tus sueños de grandeza a través de un escándalo al vapor. Con lo fácil que es hoy escandalizar a tanto hipersensible protagónico, parece cosa fácil reclutar seguidores instantáneos para las causas más extravagantes. Como la de responsabilizar y boicotear en público al sitio de taxis, a manera de estigma vengador, por los hechos o dichos de un cierto conductor entrometido, y descuidadamente desviar un tanto de agua hacia su molino. Es lo de hoy: ser notorios. Cómo, eso qué más da.

Este artículo fue publicado en Milenio el 22 de abril de 2017, agradecemos a Xavier Velasco su autorización para publicarlo en MEX APPEAL.

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