Una piedra en el camino

Ayer tuve que ir a una junta de trabajo en Querétaro. Me fui con un amigo de la oficina y nos llevó un proveedor el cual también tenía que ir para ver detalles de lo que queremos hacer en un evento. Pudo haber sido un día ordinario, un día más de trabajo. Pudo haber sido un buen día. Pero no. Fue un día terrible.

Y no es que haya sucedido algo espectacularmente horrible. Fue la acumulación de malos momentos, comentarios inapropiados y eventos desafortunados.

El viaje comenzó con una pequeña mentira. Citamos a nuestro proveedor a las 7:30 sabiendo que llegaría tarde con la idea de salir realmente a las 8:00am. A las 8:03am le marcamos para preguntarle aparentemente si quería algo de comer porque estábamos comprando cafés pero en realidad era para ver dónde estaba… “Estoy en el estacionamiento con razón no los veía, me voy a estacionar y los veo adentro” – Fue su respuesta. Pasaron 12 minutos y mi amigo (pongámosle Gastón) y yo, estábamos sentados afuera de la cafetería viendo toda la explanada del estacionamiento sin indicio alguno del Sr. Sólo Me Estaciono.

El trayecto era largo, pero la compañía hizo que cada kilómetro pareciera duplicarse en distancia y tiempo. Me considero una persona precavida y no me gustan los excesos además de que soy fiel amante de las reglas, especialmente las de tránsito. Pero nuestro conductor designado se dedicó a tomarse 2 Red Bulls y a pisar el acelerador sin remordimiento. Acompañando sus excesos nos preguntó si necesitábamos algo durante nuestro viaje. Yo dije que había tomado un jugo antes de subir a la camioneta y que probablemente tendría que hacer una parada técnica. Mi primer error. El conductor con su afán de ser considerado y amable cada gasolinera que pasaba se dedica a preguntarme “¿quieres hacer pipí?”. Esto mientras yo estaba conectada por mi celular a una junta con el equipo de trabajo de Argentina lo cual no ayudó a que mis 30 me sintiera como si tuviera 3 años y que era propensa a tener accidentes en la carretera.

Y no fue el único incidente relacionado con las paradas técnicas. Sr. Conductor decidió darme una lección sobre la inseguridad de cierto tramo en la carretera y lo dejó claro cuando le dijo a Amigo Gastón que él cuidaba mucho donde paraba en esta carretera y más cuando traía mujeres. Nunca he sido feminista pero la manera en que se expresó me ardió como si me acabaran de inyectar con limón. Fácilmente pudo haber intercambiado la palabra mujer por: muebles, costales de papas, detergente o naranjas (por dar un par de ejemplos). En esta vida he sentido que soy varias cosas en diferentes momentos. A veces me he sentido ingrata, otras veces la más suertuda, a veces me he sentido arrogante y otras tantas bonita, pero nunca me había sentido así como me sentía sentada en esa camioneta: un objeto. Ni cuando me han gritado piropos en la calle.

Al sentirme un objeto me sentí inútil. Porque una piedra no tiene la capacidad de desplazarse, de hablar, de tener opiniones ni de poder ir al baño. Mi orgullo feminista se sintió más herido cuando Conductor le preguntó despectivamente a Gastón si no me iba a acompañar al baño. Como niña emberrinchada me bajé del coche y negué su ayuda. Porque esta piedra bien que camina, bien que habla, bien que puede ir al baño sola y bien que te puede doler si decido aventártela.

La tortura no terminó ahí. Gastón y yo fuimos sometidos a preguntas inútiles en las cuales nuestro “amigo” intentaba hacerse nuestro cómplice durante el camino. Intentaba ser nuestro amigo y conocernos un poco mejor. Por mi parte yo ya sabía todo lo que tenía que saber y había bajado la cortina.

Como parte de la tortura mi amigo y yo fuimos sometidos a ser parte de conversaciones privadas de las cuales no queríamos ser parte. Esto gracias a la bendita tecnología y el bluetooth. Sin discriminación (ahora sí) formamos parte de la vida de esta persona enterándonos de problemas en la chamba (esto gracias a que escuchamos 8 llamadas sobre el tema), formamos parte de mentiras como con la cual empezamos el día (ya entramos a la ciudad de México cuando estábamos en Cuatitlán) y por qué no acabamos atrapados entre una llamada entre él y su novia platicando como si no hubiera nadie más. Esto me hace pensar que las reglas de privacidad y modales básicos han sido fuertemente impactados por la nueva era de la tecnología.

Para rematar nuestro amigo fue detenido por un policía de tránsito para mi deleite. Conductor alega que fue completamente injusto y que no tenía sentido alguno que lo detuvieran. En un punto de la negociación el policía decidió que Conductor no le caía bien, le dijo que no tenía educación y que él sólo estaba haciendo su trabajo. Puede que el policía estuviera exagerando y en realidad no puse tanta atención como para saber si se estaba pasando de listo, pero para mí estuvo justo. Porque lo que sucedió fue justicia divina. Sr. Conductor tenía que pagar por sus crímenes del día y un poli se lo ajustició tomando un total de 20 salarios mínimos para su bolsillo. Mi dignidad vale mucho más que eso pero por ahora me conformo con eso, básicamente por mi corazón de piedra.

Saludos feministas,

La Citadina.

 

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