Todos contra los otros

“Todos los hombres son iguales.” La máxima igual sirve para defender los derechos elementales de los seres humanos que para hacer pomada al sexo masculino. En las clases de Lógica aprendimos que premisas como ésta pertenecen a la categoría “universal afirmativa”. Es decir que nos basta con una afirmación para amparar o denostar al universo entero, descartando inclusive la menor excepción. Todos somos mortales, por supuesto. Todos tenemos vísceras, neuronas, venas, huesos. Hasta ahí no hay manera de estar en desacuerdo, pues se trata de hechos no sólo comprobables sino evidentes. ¿Pero qué pasa entonces si se me ocurre, acaso por llevarme algún aplauso fácil, opinar que los vascos son todos terroristas, los argentinos todos arrogantes o los chilangos todos abusivos?

No hay ni que ir a la escuela para encontrar en estas opiniones taras tan solapadas como la ligereza, la inconsecuencia y la calumnia. Si es de por sí difícil acusar a una sola persona, fundamentadamente, de tal o cual defecto o mala obra, recurrir a la generalización significa una infamia y una idiotez, amén de una pulsión totalitaria que remite a las peores vilezas de la Historia. Pogromos, linchamientos, genocidios y arrestos colectivos suelen tomar por punto de partida la generalización perversa del descrédito. Gente que comúmente se vanagloria de castrar el lenguaje, para no lastimar a los hipersensibles, no parece tener mayor empacho en aplicar injurias por millones a quienes consideran moral, racial o culturalmente inferiores. ¿Suena familiar?

Liberales. Judíos. Musulmanes. Ateos. Conservadores. Mexicanos. Cosmopolitas. Ninguna de estas simples condiciones alcanza para trazar el perfil más escueto, hasta que algún colectivista a ultranza se lanza a denigrar a unos u otros a partir de prejuicios que buscan suprimir la disensión. Pasquines nauseabundos de por sí, como fueron Der Sturm o el Völkischer Beobachter, solían reproducir día tras día toda suerte de infundios racistas, a cual más miserable y criminal, contra una minoría tan indefensa como diversa. Mucha gente se ofende cuando se le compara con la bazofia nazi, pero hablar de los otros como masa uniforme y condenable es revelarse como su discípulo. Quien quiera comprender un horror del tamaño del Holocausto no necesita más que asomarse a la propaganda de los verdugos, donde cualquier asomo de inteligencia era invalidado por obra y gracia de la generalización.

“Todos los _______ son _______.” He aquí un machote a modo para dar validez universal a la calumnia más desfachatada. El juicio colectivo no requiere de pruebas o argumentos, y menos todavía los acepta en su contra. ¿Cómo olvidar a aquellos anticuados para quienes los greñudos de antaño debían de ser todos drogadictos, cuando no malvivientes y depravados? Es muy cómodo hablar mal de ciertos tiempos, modos y costumbres sin renunciar al vicio de generalizar. ¿Todos los policías son arbitrarios? ¿Todos los presidiarios son culpables y todos los de afuera somos inocentes? ¿Ningún oficialista puede llamarse honesto? ¿Ningún opositor merece ser oído? Por más desesperado que uno esté, respaldar uno solo de estos dichos es aplicar la lógica del fascismo vulgar.

La idea central de los colectivistas parte de una noción de ínfulas clericales: “Nosotros somos buenos y ellos malos.” Hagan lo que hagan, digan lo que digan, a unos les asisten todos los derechos, mientras los otros no ameritan ninguno. ¿Y no es éste el espíritu de las leyes de Nuremberg? ¿No fue así como Mao, Stalin y Pol Pot, entre otros asesinos de multitudes, decretaron el exterminio sistemático de incontables millones de inocentes? ¿No es descalificando al diferente como se le silencia, condena y elimina?

Sucede con frecuencia entre los hinchas. Basta una preferencia irrelevante para hacerte simpático o impresentable a los ojos de la fanaticada. Ninguno te conoce, y ni falta que le hace para aborrecerte. De eso se ocupan los odios gratuitos, a menudo muy útiles para explicar los miedos, fracasos y despechos del fanático. ¿O será que al final todos somos culpables de sus amarguras? Guárdense su pecado original, que los otros podemos vivir sin su perdón.

Este artículo fue publicado en Milenio el 06 de mayo de 2023, agradecemos a Xavier Velasco su autorización para publicarlo en MEX APPEAL.

Foto:

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s