La Robachicos

Maria Alekseyevna Lvova-Belova tiene 38 años y es la “comisionada del gobierno ruso para los derechos del niño”. Acusada y requerida por la Corte Penal Internacional –al lado de su jefe, Vladimir Putin– por la instrumentación del secuestro masivo de niños y adolescentes ucranianos (más de dieciséis mil hasta hoy documentados), la mujer ha traído cinco hijos al mundo y es asimismo madre adoptiva de dieciocho más. Puede que sea por eso, o quizás por su celo maternal en el proceso de rusificación de todos los menores secuestrados, que le han colgado el mote, quién sabe si sarcástico, de Madre Rusia. 

“Cuando los trajimos a la región moscovita para que se recuperaran un poco, pasó que hablaban mal del presidente, decían un montón de cosas espantosas y cantaban el himno: ‘Gloria a Ucrania’ y todo eso, pero al paso del tiempo todo se transformó en amor a Rusia”, declara enternecida la funcionaria, quien lejos de negar los secuestros y el adoctrinamiento forzado aduce que se trata de una misión incuestionablemente humanitaria, pues peor sería abandonar a esos pequeños en mitad de la guerra. Bueno, tan bondadosos son los invasores que de una vez asaltan hospitales, colegios y orfanatorios para llevárselos a su país, pues el problema de esos pobres chamacos no es realmente que estén desamparados, sino que no son rusos y ahora podrían serlo. ¿Quién va a negarles esa oportunidad?

Para el nacionalismo intransigente, valga la redundancia, ser fuereño es pecado original. Tan seguros están de ser mejores, y tan ásperos han de ser sus complejos, que dudan formar parte de una idéntica especie que su prójimo. Y creerse superior es mirarse rodeado de inferiores: gente menos valiosa, confiable o digna de respeto, que en un descuido ni a personas llegan. Pues no sienten, ni piensan, ni viven como ellos. Luego entonces, no merecen lo mismo. Son gentuza, extranjeros, patulea. Un soldado invasor celebra y obedece órdenes inhumanas porque entre propaganda, prejuicios y calumnias le han contagiado el odio por lo distinto y ya no considera humanas a sus víctimas.

Parece sintomático que los simpatizantes de Vladimir Putin alberguen un horror a lo extranjero lindante con la histeria y el pogromo. Gobiernistas cubanos, argentinos, sirios, nicaragüenses, venezolanos, iranís, bolivianos, gringos o mexicanos, cada uno se jacta de una soberanía de cartón que apesta más a abuso, mentira, impunidad y miedo que a relumbrante orgullo nacional. Por eso en su catálogo de ofensas resalta el adjetivo “cosmopolita”. Para ellos el contacto con culturas y pensamientos distintos es no sólo indeseable sino infeccioso. “Ideas exóticas”, gruñían los palurdos de la antigüedad, incapaces de ver más allá de las torres de su pueblo –que sin duda serían las más altas y hermosas del planeta–. Gente que nunca fue más allá de su rancho y encuentra que no hay nada igual en este mundo.

Se ha sabido que en el averno ucraniano priva un nivel de vida superior al que se goza en los edenes putinistas. Un dato de por sí tan insidioso que los soldados rusos se emparejan saqueando casa por casa las ciudades invadidas, mientras llega la hora de rusificarlas. Ellos, que aún se jactan de “desnazificar” al gobierno ucraniano, comparten la quimera futurista que los nazis consideraban generosa (y puede que lo fuera, si se le comparaba con las demás opciones disponibles), que era germanizar a los sojuzgados.

Secuestrar niños es un crimen infame. Despojarlos, encima, de su identidad y adoctrinarlos contra su voluntad y conveniencia, significa un abuso inenarrable, pero antes de alcanzar esos extremos es preciso pasar por quitarle lo humano al diferente: tal es la peste del imperio de Putin y asociados. Son los meros maleantes de aquel pueblo sin ley donde nadie se atreve a asomar la nariz sin su permiso. Pero resulta que hoy la Robachicos y su amo son prófugos de la justicia internacional. Facinerosos, criminales de guerra, genocidas corrientes: eso es lo que defienden sus simpatizantes. 

Este artículo fue publicado en Milenio el 18 de marzo de 2023, agradecemos a Xavier Velasco su autorización para publicarlo en MEX APPEAL.

Foto:

https://tass.com/politics/1354905

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