Corren tiempos de tips desaforados. A mitad de camino entre “aviso” y “consejo”, el tip es hoy por hoy un anglicismo de primera mano en la supervivencia cotidiana. Habituados de un año para acá a capotear información errónea, incompleta, inútil o tramposa, cruzamos la borrasca intercambiando toda clase de recomendaciones, no tanto porque siempre nos resulten muy útiles como porque así al menos tenemos la ilusión de controlar alguna entre las tantas variables resbalosas de la calamidad omnipresente.
El mejor tip de los tiempos recientes he venido a extraerlo de estas mismas páginas, donde hace pocos días apareció una de esas noticias que le recuerdan a uno su lugar en la periferia planetaria. Resulta que el estado germano de Baviera y el gobierno de Austria han desautorizado el uso de cubrebocas de tela en oficinas y transportes públicos, dada su irregular eficacia contra el virus del covid-19. “¿Y aquí…?”, me pregunté, muy mexicanamente, al tiempo que observaba con súbito e incómodo desdén uno de los alegres cubrebocas con cara de perrito que compramos hace ya varios meses y hasta ese día nos tenían más o menos tranquilos.
Aquí, bien lo sabemos, a cada quien le toca rascarse con sus uñas. Y así, atendiendo al tip de una doctora amiga, me aventuré ipso facto hacia el ciberespacio, donde no tardé en dar con un paquete de 20 cubrebocas médicos —los célebres KN-95—, disponibles en una tienda en línea a razón de ocho pesos la pieza. Llegaron en dos días: son cómodos, ligeros, espaciosos y no empañan las gafas con el vaho. Puede que no reflejen mi personalidad del modo en que lo hacían los que lucen el rostro del perrito, pero tampoco es que me los ponga para hacer amigos. Desde entonces, no he podido evitar sentir cierta aprensión ante aquellos coquetos adminículos que hacen ver tan simpáticos —ya que no inofensivos— a mis semejantes. ¿Cómo iría a ahorrarme el tip, en esas circunstancias?
El papel de los tips, sin embargo, no es tanto resolver la presente hecatombe como darte la calma apenas necesaria para sobrellevarla. Despierta uno cansado, cual si al abrir los ojos comprobara que lleva el mundo a cuestas. Luego, en la regadera, trata de darse ánimos de cualquier modo, diciéndose que el día que le aguarda no es como los demás y encontrará la forma de aprovecharlo a como dé lugar. “Toma un poco de sol”, nos aconsejan. “Haz tu plan muy temprano y vigila que no se te escapen las horas”. “Evita leer noticias por la mañana”. “Apaga el Twitter, no hagas tantos corajes”. No sabe uno si al fin les hará caso, pero al cabo soltar y escuchar tips es de por sí una forma de alivio. Diga uno lo que diga, el mensaje es el mismo: “no te rindas”.
Temo que si quisiera atender a la totalidad de tips que he recibido solo en torno a la programación de Netflix, ocuparía un par de cuarentenas más. Y amén del tiempo haría falta el ánimo, tomando en cuenta que mis amistades pasan ahora mismo por humores tan raros, volubles y disímbolos como los míos, de modo que lo que a ellos les divierte bien puede fastidiarme, y viceversa. Presa de tan descorazonadoras consideraciones, presté oídos a un tip que de entonces acá nos ha dado ya varias noches esplendorosas: “¿Por qué no pruebas el Criterion Channel?”
Para quien es cinéfilo y no puede gastarse una fortuna en coleccionar las suntuosas ediciones de Criterion, el canal viene a ser una suerte de oasis celestial: la cineteca en casa. Luego de haber pasado tantas horas cuyo aprovechamiento nunca acaba de parecer satisfactorio, elegir cada noche entre un ancho menú de obras maestras significa el consuelo de irse a la cama, dirían los franceses, un poco menos bestia, y en un descuido amanecer contento, dentro de lo que cabe; porque la vida sigue y siempre queda un tip para plantarle cara a la hecatombe.
Este artículo fue publicado en Milenio el 30 de enero de 2021, agradecemos a Xavier Velasco su autorización para publicarlo en MEX APPEAL.
Foto:
https://www.redaccionmedica.com/secciones/sanidad-hoy/mascarillas-falsas-coronavirus-ffp2-kn95-1858