Donald Trump
Ay, huesuda, no te asombres
cuando escuches que Don Trump
se ahorcó por meter la pata
encima de su corbata,
o que le dio un levantón
un puñado de bad hombres.
Ya sabes, señora fría,
cómo operan las fake news…
Basta con que un argüendero
se vista de reportero
para salpicar de pus
la reputación más pía.
Él, que tuvo todo el power
de Mar-a-Lago hasta Ucrania,
apareció un día tieso
como de su esposa un beso,
pues, tal cual supo Melania,
se ahogó en una golden shower.
Nicolás Maduro
La muerte de Nicolás
era secreto de Estado
hasta para los forenses,
cuyas maromas circenses
no arrojaban resultado
verosímil ni veraz.
“¿Qué pudo matarlo, chico?”,
lamentábase Raúl
en un cuartel de La Habana.
“No me mires así, pana”,
soltó Diosdado, muy cool,
“que yo no le di el perico”.
¿Sobredosis? ¡Puro mito!
El motivo es más oscuro
aunque menos truculento:
Lo ha matado el desaliento
desde que al pobre Maduro
se le murió el pajarito.
Jair Bolsonaro
Cuando dejó el hospital
el impetuoso Jair
con la panza agujerada
por la fiera cuchillada
que un fulano le dejó ir
se hizo fama de inmortal.
“Esto no se queda así”,
confesó, ya presidente,
Bolsonaro al señor cura,
“Soy hombre de línea dura,
y ningún puñal caliente
podrá burlarse de mí”.
“¡Qué cuento tan infundado
te has sacado de la manga”,
rumió la Catrina al verlo
cuando vino a recogerlo
y se lo topó de tanga,
otra vez apuñalado.
AMLO
Entre tantos candidatos
a poblar el camposanto,
resolvió elegir la parca
al capitán de esta barca,
mas él, ajeno al espanto,
gritó: “Yo tengo otros datos”.
De corrupta, fraudulenta,
solovina y camajana
no bajó el Peje a la muerte,
pues ni siquiera la suerte
de verse yerto en su cama
quiso ya tomar en cuenta.
“No cabe negociación,
así es la ley de este mundo”,
clamó la de la guadaña.
“¡Esa ley es pura maña!”,
insiste aún hoy el difunto
y exige resurrección.
Benjamín Netanyahu
De la nada sobrevino
la muerte de Benjamín,
cuando salió a hacer un tour
a pesar del Yom Kippur.
“No tardo”, dijo el muy ruin,
“voy a echarme un palestino”.
No fue cosa de Hamás,
tampoco de Hezbolá.
Los jerosolimitanos
no metieron ni las manos.
¿Y cómo culpar a Alá,
si a Tel Aviv no va más?
El verdadero estropicio
que a Netanyahu mató
fue que al salir de su casa
rumbo a la franja de Gaza
el muy torpe tropezó
con otro de sus prejuicios.
Evo Morales
Nadie sabe la razón
por la que el viejo ocupante
del trono bolivariano
(quise decir boliviano)
salió con pies por delante
de su octava reelección.
Marchaba ya viento en popa
la máquina electoral,
pues a la hora del recuento
trascendió que un mil por ciento
del gran padrón nacional
votó por la misma sopa.
Al fin ante el Padre Eterno,
difunto como el que más,
alegó Evo, encabritado,
“esto es un golpe de Estado”,
y así voló de La Paz
sin escalas al infierno.
Este artículo fue publicado en Milenio el 02 de noviembre de 2019, agradecemos a Xavier Velasco su autorización para publicarlo en MEX APPEAL.